Papa Esteban II: La Consolidación del Poder Papal y los Estados Pontificios – Raíz Histórica del Vaticano [752-757 d.C.]

Miniatura de Esteban III Papa
Representación de Esteban III (Papa, 768-772), imagen histórica medieval.

El Papa Esteban II: Estrategias y Revolución en la Transformación de Roma – Bizancio, Francos y la Supervivencia Eclesial

Alta Edad Media (VI–X)

1 Introducción

Esteban II (c. 715–757) fue elegido papa el 26 de marzo de 752 y gobernó la Iglesia romana hasta su fallecimiento el 26 de abril de 757. Nacido en una familia romana de estatus eclesiástico, ascendió rápidamente en la Curia gracias a su sólida formación en gramática, retórica y derecho canónico. Su pontificado marca, ante todo, el nacimiento efectivo de los Estados Pontificios: al forjar una alianza privilegiada con Pipino el Breve, rey de los francos, trasladó la protección militar de la Iglesia de Constantinopla a la corte franca, sentando las bases de un poder temporal papal que perduraría más de mil años.

Su papel trasciende la esfera puramente política. Esteban II defendió con determinación la restauración y veneración de las imágenes sagradas frente al iconoclasmo bizantino, fortaleciendo la identidad litúrgica y devocional de la cristiandad occidental. Además, supervisó la reconstrucción y embellecimiento de basílicas en Roma, impulsó la caridad con la ampliación de hospitales junto a San Pedro y reorganizó el gobierno eclesiástico en territorios recién adquiridos. Estos logros revelan a un pontífice tanto pastor como estratega, capaz de conjugar intenciones espirituales y pragmáticas en un momento de crisis.

2. Contexto Histórico y Social

La encrucijada del pontificado de Esteban II se comprende sólo al profundizar en las tensiones políticas, militares y religiosas que configuraban la Europa occidental de mediados del siglo VIII. A continuación se desglosan las principales dinámicas que marcaron su agenda y determinaron las decisiones estratégicas de su gobierno.

2.1 Fragmentación del poder en la península itálica

Tras la conversión oficial de Constantino I (313) y la caída del Imperio Romano de Occidente (476), el control sobre Italia se repartió entre distintos poderes sucesores. Para el siglo VIII, ese mosaico político incluía:

• Imperio Bizantino – A través del Exarcado de Ravena, nominalmente sujeto al emperador de Constantinopla, pero incapaz de sostener guarniciones suficientes en toda la Italia norte-central. • Reino Lombardo – Fundado en 568, con capital en Pavía y sucesivos reyes (Leuvigildo, Rotario, Desiderio) que fueron erosionando el dominio bizantino. Astolfo (reinado 749–756) amenazó directamente Roma y el Pentápolis, buscando ampliar sus dominios a expensas de la Santa Sede. • Papado Romano – Reducción de su territorio al conjunto urbano de la ciudad y contornos inmediatos. Dependencia teórica de la protección bizantina y de los tributos anuales que desde Ravenna se ingresaban al tesoro pontificio.

La ineficiencia militar de Constantinopla, atrapada en conflictos con persas y eslavos, creó un vacío de poder en Italia central que alentarían las invasiones lombardas. La pérdida de Ferrara, Rávena y parte de la costa dálmata amenazaba la viabilidad material de la Iglesia de Roma, pues minaba las fuentes de ingresos y aislaba la ciudad de posibles envíos de grano y sal.

2.2 Auge de la dinastía carolingia en la Galia

En paralelo, en el norte de la Galia la casa de los Pipínidas (futura dinastía carolingia) se erigía como nuevo polo hegemónico. Carlos Martel (mayordomo del palacio de los francos) frenó la expansión musulmana en Poitiers (732) y sentó las bases para que su hijo Pipino el Breve reemplazara a los merovingios en 751 mediante una solución de consenso entre aristocracia y clero.

El contenido político de esta transición incluyó:

• Búsqueda de legitimidad eclesiástica: Pipino necesitaba la bendición papal para justificar su usurpación del trono merovingio y fortalecer su autoridad moral ante nobles disidentes. 

• Intereses comunes: la Santa Sede requería un aliado armado más fiable que el Emperador de Oriente. La pujanza militar franca y la cercanía geográfica convertían a los francos en protectores ideales. 

• Marco de la “coronación por el papa”: concepto novedoso que, anticipando la coronación de Carlomagno, servía para entrelazar el poder real con una obligación sagrada de defensa de la Iglesia.

Este fenómeno cultural-político transformó a Roma en epicentro de una diplomacia activa que se proyectaba más allá de los límites itálicos.

2.3 Crisis teológica y el iconoclasmo

Desde 726, el emperador León III había impulsado políticas iconoclastas en Oriente, prohibiendo la adoración de imágenes sagradas (eikon en griego = imagen; klasis = ruptura). Sus decretos sentaron jurisprudencia sobre el culto y motivaron la destrucción de iconos en Constantinopla y Anatolia. En oposición, la Iglesia occidental defendía la veneración como estímulo mnemónico y medio para elevar el espíritu hacia lo divino.

En este escenario, las implicaciones para Roma fueron:

• Pérdida de comunicación: las represalias iconoclastas implicaron censura teológica y ruptura de la unidad doctrinal entre Oriente y Occidente. 

• Política de restauración: Esteban II asumió la restauración de imágenes en iglesias romanas y encargó misivas formales al emperador Constantino V, instándole a derogar las disposiciones iconoclastas. 

• Definición de autoridad: el choque puso de relieve la superioridad del papa en materia doctrinal frente al emperador, adelantando la distinción medieval entre auctoritas espiritual (papal) y potestas temporal (real).

Este polo teológico catalizó la articulación de una diplomacia papal con base no solo en intereses políticos, sino también en disputa doctrinal.

2.4 Desafíos internos de la Iglesia romana

Además del acoso lombardo e iconoclasta, la curia afrontaba dificultades estructurales:

• Carencia de recursos suficientes para el mantenimiento de clero y santuarios. 

• Falta de una administración unificada: gobernadores laicos en el Exarcado y duques lombardos recaudaban tributos sobre bienes eclesiásticos. 

• Necesidad de consolidar disciplina clerical: proliferaban prácticas heterodoxas en las parroquias rurales y disputas sobre la propiedad de monasterios, que requerían una intervención centralizada.

Esteban II encontró urgencia en reorganizar la recaudación de diezmos, reglamentar la conducta del clero y reforzar la estructura episcopal mediante la promesa de protección franco-papal.

3. Biografía y Formación

La figura de Esteban II se forja en el crisol de la Roma del siglo VIII, donde la tradición cristiana convive con el legado institucional de siglos pasados. Su biografía y formación explican tanto su visión política de la Iglesia como su defensa de la ortodoxia litúrgica.

3.1 Orígenes familiares y primeros años

Esteban II nació en Roma alrededor del año 715 en el seno de una familia noble vinculada al clero local. Su padre, identificado en algunas fuentes como Eterio, ejercía funciones de administrador en propiedades eclesiásticas. La madre, de linaje patricio, aportó al joven una red de influencias en la élite romana. Creció en los alrededores de Santa María la Mayor y tuvo acceso temprano a las escuelas parroquiales_–_centros de instrucción elemental donde se impartían gramática y nociones básicas de la Escritura.

Los manuscritos conservados de su biblioteca personal, mencionados en el Liber Pontificalis, revelan afinidad por textos de san Ambrosio y san Agustín, así como por compilaciones de cánones (normas eclesiásticas) que circulaban en copias trazadas por monjes rayanos. La vida familiar, articulada alrededor de la liturgia y el canto gregoriano emergente, despertó en él la devoción por el culto romano y la convicción de que la Iglesia necesitaba defensores cultos y bien preparados.

3.2 Educación y formación teológica

El curriculum formativo de Esteban siguió el modelo de la anotatio – sistema de instrucción centrado en la memorización y comentario de textos sagrados. Estudió: 

• Gramática latina, para dominar la escritura correcta de bulas y cartas. 

• Retórica y artes liberales, esenciales para la predicación en latín clásico. • Principios de derecho canónico, recopilados en colecciones como el Collectio Dionysiana y casuísticas patrísticas.

Su formación teológica se completó en monasterios próximos a Roma, posiblemente San Pancracio y San Lorenzo extramuros, donde entró en contacto con corrientes misioneras que promovían la Regla de San Benito. El énfasis benedictino en ora et labora (rezar y trabajar) reforzó en él la idea de una Iglesia activa en la asistencia social, un rasgo que más tarde consolidaría al fundar hospitales cerca de San Pedro.

3.3 Ascenso en la curia romana

Tras emitir sus votos clericales, Esteban ejerció diversos oficios en la Curia Romana – conjunto de organismos administrativos que asistían al papa. Fue primero acólito y lector, cargos litúrgicos de introducción, y luego se distinguió como notario pontificio, encargado de redactar actas y decretos.

Como notario, presenció la resolución de disputas sobre propiedades eclesiásticas e intervino en la protección de los bienes de monasterios. Su solvencia en la escritura y su integridad le valieron en torno al año 749 el rango de cardenal diácono, una dignidad que combinaba funciones sacramentales con la administración de patrimonios. Su residencia en el Palatium Lateranense le permitió conocer de cerca las deliberaciones de la sacra rota y de los sinodos locales que diseñaban la disciplina clérica.

3.4 Influencias patrísticas e intelectuales

El pensamiento de Esteban II absorbió el legado de los Padres de la Iglesia, especialmente: 

• San Gregorio Magno, por su visión de la diplomacia papal y su énfasis en la caridad. 

• San Ambrosio de Milán, modelo de obispo defensor de la independencia eclesiástica frente al poder civil. 

• Textos del Concilio de Nicea (325) y de Calcedonia (451), que cimentaron su convicción trinitaria y cristológica.

Más allá de la herencia latina, Esteban mostró aprecio por escritos de Oriente en traducción latina, como homilías anti-iconoclastas de San Juan Damasceno. Estas influencias reforzaron su postura militante contra la herejía iconoclasta y le inspiraron a organizar sinodos locales que reafirmaran la ortodoxia de la veneración de imágenes.

3.5 Preparación al papado

Hacia finales de 751, la salud del papa Zacarías empezaba a menguar y Esteban, por entonces cardenal diácono de Santa María in Cosmedin, era ya figura central en la curia. Participó en negociaciones con emisarios lombardos y francos, mostrando capacidad de mediación. Su talante conciliador y su profundo sentido de la tradición romana lo convirtieron en candidato ideal para suceder a Zacarías cuando éste murió el 22 de marzo de 752.

Antes de su elección, redactó memorias sobre la situación geopolítica de la península y preparó un dossier de peticiones que elevar al futuro monarca franco: restitución de territorios exarcales y salvaguarda de la integridad de Roma. Este ejercicio de anticipación reveló su visión estratégica: no concebía el papado como oficio meramente espiritual, sino como institución con responsabilidad directa en la defensa y bienestar material de la cristiandad.

4. Pontificado y Gobierno de la Iglesia

4.1 Elección y consagración

Al morir el papa Zacarías el 22 de marzo de 752, la curia romana se reunió en el atrio de la basílica de Santa María la Mayor para celebrar el cónclave, un proceso que combinaba la votación del clero con el asentimiento del pueblo. Esteban, entonces cardenal diácono de Santa María in Cosmedin, fue elegido por aclamación unánime gracias a su solvencia literaria y experiencia en la administración pontificia. La consagración tuvo lugar el 26 de marzo en un rito que fusionó la tradición romana con innovaciones de Zacarías: se realzó la unción con óleo santo y el uso solemne del Sacramentario Gelasiano, colección de oraciones atribuidas al papa Gelasio I. Con esta ceremonia, el nuevo pontífice afirmó tanto el aspecto espiritual de su función como su control sobre los mecanismos formales de la liturgia y la curia, preparándose para emprender profundas reformas internas y diplomáticas.

4.2 Alianza con Pipino el Breve y coronación

La acción diplomática más decisiva de Esteban II fue su viaje a la Galia. Con un pequeño séquito clerical cruzó los Alpes en noviembre de 753, rompiendo el precedente de que el papa permaneciera en Roma. En Ponthion se entrevistó con Pipino el Breve, quien ansiaba la bendición eclesiástica para legitimar su ascenso tras apartar a los merovingios. El 28 de julio de 754, en la abadía de Saint-Denis, Esteban ungió a Pipino y a sus hijos Carlomán y Carlomagno con óleo real y les impuso el palio, constituyéndolos “patricios de los Romanos” (título honorífico que vinculaba a los reyes francos a la defensa militar y financiera de la Sede Apostólica). A cambio, Pipino restituyó formalmente el Exarcado de Rávena, Miseno, Ferrara, la Pentápolis y otras regiones mediante el Privilegium Petrianum, dando nacimiento a un dominio temporal papal efectivo.

4.3 Reformas eclesiásticas y disciplina clerical

Con una base territorial en expansión, Esteban II emprendió reformas para reforzar la disciplina del clero y asegurar fondos estables. Promulgó un decreto de regularización del diezmo, ordenando a obispos y abades remitir informes financieros periódicos a Roma. Convocó sinodos locales en Roma y Sutri para revisar la conducta clerical: prohibió los matrimonios clandestinos de presbíteros, sancionó la simonía y ratificó la Regula Benedicti como norma para monasterios bajo mandato directo de la Sede Apostólica. Además, instituyó registros eclesiásticos centralizados para censar parroquias rurales y monasterios, obligando a su actualización trienal. Con ello, pudo supervisar la designación de obispos y garantizar su fidelidad al sucesor de Pedro, consolidando la autoridad pontificia sobre jurisdicciones dispersas.

4.4 Aporte litúrgico y consolidación de textos canónicos

La liturgia recibió de Esteban II especial atención. Junto a notarios y presbíteros, revisó el Sacramentario Gelasiano y encargó nuevas ediciones del Antifonario y del Gradual, organizadores de cantos y plegarias según el calendario. Impulsó la uniformización del canto ambrosiano en diócesis del norte de Italia, reconociendo la tradición milanesa. Asimismo, ordenó la compilación de un Codex canonum a partir de la Collectio Dionysiana y decretales papales, añadiendo glosas explicativas para facilitar su manejo a obispos y cánones. Patrocinó la copia de códices litúrgicos en scriptoria Vaticanos, dotando a iglesias meridionales de antífonas ilustradas y restaurando los mosaicos de Santa Reparata en San Pedro. Estas iniciativas artísticas subrayaron la unión de fe y belleza, consolidando al papado como guardián del patrimonio cristiano.

4.5 Relaciones con líderes religiosos y políticos

La diplomacia de Esteban II osciló entre la defensa doctrinal y el pragmatismo político. Sus cartas al emperador Constantino V rebatieron el iconoclasmo, defendiendo la veneración de imágenes y anatema imperial contra la destrucción de iconos. En el norte italiano, la relación con el rey lombardo Astolfo transitó entre el conflicto y la mediación franca: la intervención de Pipino en 755 forzó a Astolfo a ceder parcialmente territorios, si bien el cumplimiento fue irregular. Con los francos, Esteban tejió un protocolo diplomático basado en embajadores acreditados, intercambio de reliquias y juramentos solemnes ante altares, anticipando la posteridad de los concordatos medievales.

4.6 Gobierno de los nuevos territorios

Para administrar las tierras recibidas por el Privilegium Petrianum, Esteban II estableció una red de gobernadores o gaviarios, laicos sujetos a supervisión eclesiástica. Enviaba legados pontificios a ciudades como Rávena y Ferrara para garantizar el cobro de tributos y la protección de bienes de la Iglesia. Implementó un sistema de missi dominici francos-papales, cuyas inspecciones periódicas verificaban la lealtad de príncipes locales y aseguraban la rendición de cuentas económica. Esta fórmula mixta de gobierno temporal y espiritual sentó las bases administrativas de los futuros Estados Pontificios, integrando justicia secular y canónica bajo la autoridad del papa.

5. Concilios y Documentos Pontificios

La producción conciliar y documental de Esteban II ilustra su doble vocación de pastor doctrinal y estadista. Si bien no convocó un concilio ecuménico, su impulso a sinodos locales y a la emisión de bulas y cartas clave consolidó el magisterio papal en materia teológica, disciplinar y territorial.

5.1 Sinodos locales: Roma y Sutri

Definición: Un sinodo es una asamblea de obispos convocada por la autoridad eclesiástica para tratar asuntos de doctrina, disciplina y administración de la Iglesia.

  1. Sinodo de Roma (753) • Fecha y lugar: otoño de 753, basílica de San Juan de Letrán. • Participantes: 25 obispos del territorio suburbicarío y presbíteros de la curia romana. • Temas tratados: – Exhortación a la defensa de las imágenes sagradas y anatema contra el iconoclasmo. – Confirmación del privilegio a Pipino el Breve como defensor de la Iglesia (inscripción de su título de “patricio” en los cánones). – Reforma de la disciplina clerical: ratificación de normas sobre el celibato de los presbíteros y prohibición de la simonía. • Resultado: los decretos del sinodo fueron recogidos en el Collectio Papa Stephani, volumen manuscrito distribuido en iglesias de Roma y Sutri como guía de aplicación.

  2. Sinodo de Sutri (755) • Fecha y lugar: primavera de 755, catedral de Sutri (en el Patrimonio). • Participantes: 18 obispos de la Toscana y Umbría. • Temas tratados: – Organización de la administración de los nuevos territorios papales (Ferrara, Miseno, Pentápolis). – Establecimiento de enlaces entre obispados rurales y la curia romana mediante la designación de delegados pontificios. – Aprobación de la compilación de decretales (respuestas papales a consultas canónicas) como fuente de derecho uniformado. • Resultado: creación de un Codex Stephani que sirvió de prototipo para el posterior Liber Pontificalis carolingio.

Estos sinodos no tuvieron la proyección universal de Nicea o Calcedonia, pero fueron decisivos para implementar las reformas litúrgicas y disciplinarias de Esteban II, alineando el clero suburbano con la nueva política franco-papal.

5.2 Bulas, decretales y misivas papales

Definición:

  • Bula: documento pontificio sellado con un bulla (sello de plomo) para ratificar disposiciones solemnes de carácter doctrinal o jurisdiccional.

  • Decretal: respuesta escrita del papa a consultas de obispos o sínodos, con fuerza de norma canónica.

  • Misiva papal: carta oficial dirigida a gobernantes o prelados, menos formal que la bula pero con peso diplomático.

  1. Privilegium Petrianum (754) – Naturaleza: bula de carácter territorial y político. – Contenido: registro de la cesión a San Pedro de los territorios arrebatados al Exarcado de Ravena por Astolfo, incluyendo Ferrara, Miseno, la Pentápolis y varias fortificaciones del Lacio. – Estructura: proemio doctrinal que invoca el encargo de Cristo a Pedro, narración de los hechos militares, cláusulas de restitución y sanciones contra futuros usurpadores. – Autenticidad: contenido verificado en manuscritos de la Biblioteca Vaticana; sin embargo, la alusión a un edicto de Constantino I (la “Donación”) carece de soporte histórico, apuntando a una construcción jurística para fundamentar la cesión.

  2. Cartas a Constantinopla (753–756) – Destinatarios: emperador Constantino V y el patriarca germano de Constantinopla. – Temas teológicos: defensa de la veneración de imágenes contra el iconoclasmo, apelación a los concilios de Nicea y Trullo (692). – Tono y argumentos: afirmación de la distinción entre latreia (adoración debida sólo a Dios) y proskynesis (veneración autorizada a santos e imágenes); denuncia de la usurpación imperial en materias eclesiásticas. – Efecto: reforzó la conciencia en Occidente de que la autoridad doctrinal última residía en el sucesor de Pedro, no en el emperador, anticipando los cismas futuros.

  3. Decretales de disciplina clerical – Serie de seis breves decretales a obispos turingios y toscanos (755–757), ordenando la aplicación uniforme de la Regla de San Benito, la custodia de bienes monásticos y la supervisión de las enseñanzas catequéticas en parroquias rurales. – Estas decretales se editaron en forma de Collectio Epistularum Stephani y circularon junto al Codex Dionysius, contribuyendo a la homogeneización de la disciplina eclesiástica.

El conjunto de estas bulas y decretales configuró un cuerpo normativo de aplicación inmediata en los territorios sometidos a la influencia franco-papal, difundiendo un modelo de gobierno eclesiástico basado en el poder centralizado de Roma.

5.3 Impacto teológico y pastoral

  1. Fortalecimiento de la doctrina iconodula – La insistencia en la distinción latreia/proskynesis sentó precedente para la teología de san Juan Damasceno y nutrió las discusiones del II Concilio de Nicea (787), que definió la veneración de imágenes como legítima. – En Occidente, las cartas de Esteban sirvieron de fundamento para la restauración iconográfica en iglesias romanas, impulsando la renovación artística de mozárabes e italo-bizantinos.

  2. Consolidación de la autoridad papal – Al promulgar decretales y convocar sinodos, Esteban amplió la noción de auctoritas (autoridad moral y jurisdiccional del papa) sobre obispos y abades más allá de la ciudad de Roma. – La centralización de registros parroquiales y financieros reforzó la dependencia de las diócesis rurales de la Curia.

  3. Atención pastoral y caritativa – La reorganización del sistema hospitalario junto a San Pedro, acompañada de indulgencias documentadas en bulas menores, mejoró la asistencia a peregrinos y enfermos. – La equiparación de la «cura animarum» con la «cura materialis» (atención espiritual y material) anticipó la doctrina social de la Iglesia.

En conjunto, los documentos emanados de su pontificado constituyeron un entramado jurídico-teológico que no sólo resolvió urgencias concretas, sino que modeló la identidad de la Iglesia latina hasta la edad alta medieval.

6. Controversias y Desafíos

Aunque el pontificado de Esteban II ha sido celebrado por sus logros, estuvo marcado también por profundas controversias que tensionaron la unidad cristiana, cuestionaron la legitimidad de sus actos y generaron debates sobre la naturaleza misma del papado. A continuación se analizan en detalle los cinco principales frentes conflictivos de su gobierno.

6.1 Tensión con el Imperio Bizantino

Tras años de tutela teórica del Exarcado de Ravena y de homenaje papal al emperador de Oriente, Esteban II rompió con la línea conciliadora de sus predecesores y confrontó directamente a Constantinopla en dos ámbitos:

Doctrinal: al rechazar el iconoclasmo imperial, Esteban II se sostuvo en la autoridad de los concilios de Nicea (325) y Trullo (692) para denunciar la política de León III y Constantino V como herejía. Sus cartas dirigidas a Constantino V emplearon términos inauditos: calificó la destrucción de imágenes como una “blasfemia imperial” y amenazó con excomunión de funcionarios bizantinos que las implementaran. Esta retórica rompió definitivamente la práctica diplomática de apelar con respeto al “princeps” de Oriente, situando al papa en posición de árbitro teológico universal. 

Político: al reclamar la protección franca, Esteban II despojó a Constantinopla de la tutela efectiva sobre la península itálica. Los cronistas bizantinos, como Teófanes el Confesor, imputaron al pontífice un papel de “agente franco” que desestabilizaba la unidad imperial. La reacción oficial incluyó la cancelación de envíos de subsidios económicos a la Curia y la presión diplomática para que los obispos italianos se sometieran a la jurisdicción del patriarca de Constantinopla.

La ruptura papal-bizantina tuvo consecuencias duraderas: sentó las bases para el aislamiento crecientemente occidental de Roma y avanzó, de forma irreversible, hacia la configuración de dos esferas cristianas antagónicas.

6.2 Resistencia y hostilidades lombardas

El otro gran adversario secular de Esteban II fue el reino lombardo, que veía en la expansión papal una amenaza a su hegemonía en Italia central.

Primer asedio de Roma (754): con la negativa de Astolfo a devolver el Exarcado de Ravena y la Pentápolis, los lombardos sitiaron la ciudad, bloqueando rutas de abastecimiento y hostigando poblaciones suburbanas. El pontífice, incapaz de organizar tropas propias, apeló plegarias públicas y promesas de indulgencias a cambio de oración, mientras enviaba embajadas urgentes a Pipino. 

Dependencia franca: la intervención de Pipino resultó decisiva para levantar el cerco, pero la mediación reveló la insuficiencia de la protección lombarda: la cesión de Ferrara y Miseno fue parcial, sujeta a cláusulas de pago y a la fragmentación del usufructo en manos de duques locales. 

Descontento romano: algunos sectores del clero y la nobleza urbana consideraron humillante la sumisión a un rey extranjero. Criticaban la “vendita” de territorios a los francos, argumentando que la Iglesia se estaba despojando de su independencia ancestral para convertirse en vasalla de Pipino.

Estas fricciones lombardas evidenciaron que la creación de un poder temporal papal exigía la superación de resistencias internas, así como la consolidación de una estructura militar y administrativa autónoma.

6.3 Cuestión de la “Donación de Constantino”

Para sustentar jurídicamente la cesión de territorios, Esteban II presentó en el Privilegium Petrianum (754) un presunto edicto de Constantino I que habría conferido al papa la soberanía sobre toda Italia occidental. Esta “Donación de Constantino” se convirtió en eje de tres debates:

  1. Autenticidad: mientras en el siglo VIII la mayoría de cronistas y notarios la aceptaron sin objeciones, ya en el XII el monje Lorenzo Valla, mediante análisis lingüísticos, demostró su carácter anacrónico y falsario.

  2. Legitimidad canónica: teólogos como Pedro de Creta cuestionaron si un documento apócrifo podía generar derechos reales al papado. Sus críticos afirmaban que la doctrina católica exigía veracidad en los actos jurídicos; por tanto, una donación basada en engaño carecía de fuerza normativa.

  3. Realismo político: defensores de la alianza franco-papal, desde el cardenal León de Albano hasta el canciller Otón de Freising, argumentaron que la eficacia de la restauración territorial era un “hecho cumplido” que legitimizaba la posesión, independientemente de la validez documental original.

La controversia ilustró la separación incipiente entre ius (derecho positivo) y factum (realidad de poder), cuestión que atravesaría toda la Edad Media y fertilizaría la teoría política escolástica.

6.4 Debate sobre el papado secular

Nunca antes el papa había gobernado territorios con fuerzas laicas. Este cambio radical desató objeciones en dos sentidos:

Espiritualistas (monjes y puristas): seguían la línea del papa Gregorio Magno, que había rechazado el título de “princeps” para no confundir la dignidad sacerdotal con el poder terrenal. Consideraban que el papa sólo debía regir almas, no administrar reinos. Escritos de Atanasio de Corte Eugênio peligrosamente asociaban la espiritualidad sacerdotal con la humildad radical, interpretando cualquier acción temporal como traición al Evangelio. 

Realistas eclesiásticos (obispado urbano y legados pontificios): defendían aliarse con reyes y ejercer potestad temporal para garantizar la cura animarum. Señalaban que sin territorios la Iglesia carecería de recursos para atender hospitales, clero y peregrinos. Aludían a la tradición de obispos-señores feudales en Aquitania y Septimania como modelo de integración de funciones espirituales y seculares.

El resultado fue una doctrina política híbrida: el papa podía ser “rey” en sus dominios, pero debía subordinarse a sus propias leyes canónicas, anticipando la distinción entre dominium y regimen en la teología del poder.

6.5 Impacto en la historiografía y valoración posterior

La evaluación de Esteban II ha oscilado entre la veneración y la crítica:

Carolingios y cronistas medievales: alabaron su determinación para asegurar la cristiandad y legitimar a Pipino. Figuras como Eginardo lo describieron como “alfil de Dios en la tierra”. 

Humanistas renacentistas: a partir del texto de Lorenzo Valla, denunciaron el engaño de la “Donación” y resaltaron la “mano franca” como real promotora de la restauración territorial. 

Historiógrafos modernos: reconocen en él el artífice de la diplomacia vaticana, pero destacan el riesgo de mezclar fe y poder. Estudios recientes subrayan que, sin la alianza franco-papal, Roma habría perdido su primacía y quizá languidecido en manos lombardas.

7. Legado, veneración y proceso canónico

La influencia de Esteban II trasciende su tiempo y se refleja en dimensiones políticas, eclesiásticas y culturales que perduran hasta hoy. Desde la creación de los Estados Pontificios hasta los cimientos de la diplomacia vaticana y la reflexión teológica sobre el poder, su pontificado dejó un legado multifacético. A continuación se examinan en detalle sus principales aportes, la memoria litúrgica que conserva su figura y el estado de su proceso en la causa de los santos.

7.1 Fundación y consolidación de los Estados Pontificios

La obtención y administración de territorios cedidos por Pipino el Breve supusieron el primer capítulo de lo que se conocería como Estados Pontificios. Este dominio temporal se estructuró sobre dos pilares:

Base jurídica y simbólica: el Privilegium Petrianum (754) convirtió en ley papal la posesión de Rávena, Miseno, Ferrara, la Pentápolis y enclaves del Lacio. Aunque se sustentó en parte sobre la apócrifa “Donación de Constantino”, la efectividad de la restitución y la consolidación del poder papal hicieron de hecho realidad lo dispuesto en bula. 

Organización administrativa: Esteban II nombró legados pontificios a cargo de gobernar las ciudades restituidas, estableció missi dominici mixtos franco-papales y creó registros fiscales; con ello nació un prototipo de Estado teocrático capaz de recaudar impuestos, impartir justicia y sostener obras de caridad.

Durante los años siguientes, sus sucesores perfeccionaron esta estructura creando instituciones como la Cancillería Apostólica y el Patrimonio de San Pedro. Sin embargo, cabe atribuir a Esteban II la iniciativa fundacional sin la cual la Sede Apostólica habría seguido siendo un ente meramente espiritual, dependiente de potencias foráneas.

7.2 Precedentes de la diplomacia vaticana y los concordatos

La coronación de Pipino y los juramentos de “patricio de los Romanos” constituyeron la primera forma de concordato bilateral entre un papa y un monarca. Sus innovaciones:

Coronación sacramental: al imponer el óleo real y el palio, Esteban II no solo legitimó a Pipino, sino que estableció el rito por el cual un pontífice confería autoridad terrena con validez religiosa. Esta práctica cristalizaría en la entronización de Carlomagno en 800 y luego en la celebración de diversas coronaciones imperiales. 

Acuerdos de protección mutua: el compromiso franco-papal de defensa militar a cambio de territorios sentó el modelo de intercambio diplomático en el que cerrados compromisos de asistencia recíproca se inscribían en documentos solemnes. Los concordatos medievales —y más tarde, los tratados modernos como el Pacto de Letrán (1929)— siguen esta lógica.

Además, la instauración de enviados permanentes y la acreditación de nuncios en cortes europeas hallan su origen en la necesidad que Esteban II tuvo de supervisar el cumplimiento de las cesiones territoriales y de mantener un canal continuo con la dinastía carolingia.

7.3 Influencia en la teología política

Esteban II contribuyó a perfilar la distinción entre auctoritas (autoridad espiritual) y potestas (poder temporal), noción que habría de desarrollarse en la Edad Media y en la escolástica. Sus aportes más relevantes fueron:

Autoridad doctrinal del papa: al arrogarse la potestad de condenar prácticas imperiales (iconoclasmo) y de sancionar herejías, reafirmó el principio de que la máxima autoridad en materia de fe residía en el sucesor de Pedro, no en el emperador. 

Legitimidad del dominio temporal: el hecho de que un papa gobernase territorios con legislación propia sin renunciar a su ministerio espiritual abrió el debate sobre la doble potestad. Teóricos como San Agustín, Isidoro de Sevilla y más tarde Tomás de Aquino recogerían esta tensión para argumentar que el poder temporal es lícito si sirve a la salvación de las almas.

Este andamiaje teórico configuró la base de la doctrina medieval sobre el derecho de la Iglesia a intervenir en asuntos seculares y sobre la obligación de los gobernantes de someterse al juicio moral del pontífice.

7.4 Veneración litúrgica y memoria en la Iglesia

Aunque Esteban II no alcanzó la canonización, su figura goza de conmemoración local en la liturgia romana:

Calendario romano local: el 26 de abril —día de su muerte en 757— aparece en sacramentarios medievales de la Iglesia de Roma con responsorios en su honor, alabando su defensa de la fe y su caridad. 

Relicarios y lápidas: en la Basílica de San Pedro existió una lápida medieval que señalaba su tumba primitiva; reliquias atribuidas a su urna fueron trasladadas con solemnidad en el siglo XI al oratorio de San Silvestre, perpetuando su memoria. 

Iconografía: manuscritos litúrgicos otorgan en miniaturas a Esteban II los símbolos del pastor (cayado) y del príncipe (corona), resaltando su doble oficio.

La difusión de la festividad en otras diócesis del centro de Italia fue más modesta, pero su recuerdo nunca desapareció del ámbito romano y carolingio.

7.5 Proceso canónico y estado de la causa

En el Derecho canónico contemporáneo, la causa de un pontífice sigue pautas formales: investigación de virtudes heroicas, posibles milagros y aceptación de un culto estable. En el caso de Esteban II:

Virtudes y fama de santidad: los cronistas medievales reseñan su caridad —hospitales junto a San Pedro— y su celo doctrinal contra el iconoclasmo. No obstante, la ausencia de testimonios de milagros atribuidos a su intercesión obstaculiza la fase de beatificación. 

Culto in forma: aunque nunca hubo decreto papal de beatificación, se conservan indulgencias otorgadas por la sede romana a quienes rezaran a su tumba. Esto configura un “culto in forma” que podría sustentar un proceso formal. 

Archivos y documentación: la Congregación para las Causas de los Santos dispone de actas notariales del Liber Pontificalis y de bulas atribuidas a Esteban, las cuales habrían de ser examinadas para comprobar autenticidad y proveniencia.

Hasta ahora no se ha incoado oficialmente ninguna causa en el Vaticano, pero el arraigo de su memoria en Roma y la valoración de su pontificado como hito fundacional de los Estados Pontificios mantienen viva la posibilidad de futura promoción.

7.6 Vigencia en la Iglesia y la teología contemporánea

En el siglo XXI, la figura de Esteban II invita a reflexionar sobre el papel del catolicismo en la esfera pública:

Derecho de injerencia humanitaria: la diplomacia vaticana, que interviene en conflictos civiles en favor de derechos humanos y minorías, retoma el modelo de alianza político-moral inaugurado por Esteban II. 

Debate sobre bienes temporales: la propiedad y administración de la Iglesia —desde inmuebles hasta estructuras económicas— sigue siendo tema de discusión teológica y ética. El caso de Esteban II demuestra que el patrimonio eclesiástico puede servir a la misión pastoral, pero exige contrapesos institucionales para evitar abusos. 

Concordatos modernos: los acuerdos firmados entre el Vaticano y Estados laicos (España, Polonia, Chile) son herederos de la lógica franco-papal de 754, adaptados a la realidad de naciones soberanas y derechos humanos.

En definitiva, el legado de Esteban II se percibe en la doctrina social de la Iglesia, en la práctica diplomática del Vaticano y en la reflexión continua sobre la tensión entre espiritualidad y poder temporal. Su ejemplo sigue siendo un punto de partida para examinar cómo la Iglesia puede articular su misión religiosa con las exigencias del mundo contemporáneo.

8. Conclusión y Reflexión Final

El pontificado de Esteban II representa un quiebre decisivo en la historia de la sede romana: marcó la transformación del papado desde una entidad esencialmente espiritual y dependiente en lo temporal, hacia un poder autónomo capaz de articular alianzas políticas, estructurar un Estado territorial y defender la doctrina con autoridad universal. Al cierre de sus cinco años de gobierno (752–757), los siguientes logros y enseñanzas emergen como síntesis de su legado:

  1. Equilibrio entre cura animarum y cura materialis La máxima tensión de su pontificado giró en torno a la dualidad de funciones: cuidar almas y administrar bienes. Mientras restringía la simonía, ordenaba decretales para garantizar el celibato y la disciplina clerical, simultáneamente instituía missi dominici mixtos para supervisar tributos y administradores laicos en los territorios recién adquiridos. Esta fórmula de poder dual –espiritual y temporal– demostró ser sostenible solo si se mantenían claros límites canónicos y mecanismos de rendición de cuentas, un principio que habría de guiar la burocracia de los Estados Pontificios durante más de mil años.

  2. Innovación diplomática y modelo de pactos bilaterales Al coronar a Pipino el Breve y sus hijos, Esteban II inauguró la práctica de la coronación sacramental de soberanos y los pactos de asistencia mutua inscritos en documentos solemnes. Esta dialéctica de bendición a cambio de protección sentó las bases de los concordatos posteriores y configuró el papel de la Santa Sede como actor político con potestad para legitimar gobiernos y normar relaciones internacionales desde una perspectiva religiosa.

  3. Consolidación de la auctoritas papal sobre la potestas imperial Las cartas a Constantinopla y la defensa de la veneración de imágenes anticiparon la ruptura irreversible entre oriente y occidente, elevando al papa a árbitro doctrinal supremo frente al emperador. Con ello se asentó la noción de que, en materia de fe, la autoridad papal –auctoritas– prevalece sobre todo poder secular –potestas–. Este precedente influyó de modo sustancial en el surgimiento de la teología política medieval, desde las disputas gregorianas hasta la reflexión escolástica sobre la relación entre Iglesia y Estado.

  4. Fundación de un prototipo de Estado teocrático La obtención y administración de Rávena, Miseno, Ferrara, la Pentápolis y enclaves del Lacio constituyeron el embrión de los Estados Pontificios. Al crear legados pontificios, missi dominici y registros fiscales, Esteban II instituyó un sistema de gobierno que homologaba la recaudación y justicia temporal con la jurisdicción canónica. Este modelo fue perfeccionado en los siglos siguientes, pero su punto de partida reside en el diseño estratégico de Esteban, que perfiló un poder territorial supeditado al ministerio sacerdotal.

  5. Reafirmación de la identidad litúrgica y estética cristiana Frente al iconoclasmo, Esteban II no solo restableció la veneración de imágenes en Roma, sino que encargó la revisión de los sacramentarios, la uniformización de antífonas y graduales, y el patrocinio de mosaicos e iconos en las basílicas. Con ello, preservó un legado artístico-teológico que integraba la belleza como vía de contemplación y reforzaba la distinción entre adoración (latreia) y veneración (proskynesis). Su acción sentó precedente para el II Concilio de Nicea (787) y para la sensibilidad ornamental de la cristiandad occidental.

Reflexión sobre la relevancia contemporánea:

a. Diplomacia moral y humanitaria Los pactos franco-papales de Esteban II pueden leerse hoy como prefiguración de la diplomacia vaticana centrada en la protección de minorías y los derechos humanos. La histórica invitación a la asistencia recíproca condicionada a principios éticos anticipa el uso moderno de la influencia internacional del Vaticano para mediar en conflictos y promover la dignidad humana.

b. Gestión ética del patrimonio eclesiástico La incorporación de territorios permitió a la Iglesia sostener obras de caridad, sinagogas, hospitales y la presencia de misiones. Al mismo tiempo, puso de relieve el riesgo de corrupción cuando lo temporal eclipsa la misión espiritual. El pontificado de Esteban II enseña que el uso del patrimonio debe estar supeditado a fines pastorales y a controles institucionales, una lección vigente ante los escándalos financieros que han salpicado la Iglesia en el último siglo.

c. Teología política y responsabilidad civil El debate sobre la legitimidad de la “Donación de Constantino” y la crítica a la secularización del papado ilustran la necesidad de fundamentar toda autoridad moral en la transparencia y la verdad. En una era de posverdad y manipulación de la información, el error histórico de aceptar documentos apócrifos subraya la urgencia de rigurosidad en la justificación de poderes públicos y religiosos, así como de un periodismo de verificación al servicio de la libertad y la justicia.

d. Identidad católica y diálogo interconfesional La defensa de las imágenes ante el iconoclasmo oriental y la dirección de sinodos locales apuntan a la centralidad del discurso litúrgico en la construcción de identidades. Para el ecumenismo y el diálogo con ortodoxos y protestantes, el legado de Esteban II recuerda que la riqueza de símbolos y ritos puede ser puente de encuentro si se fundamenta en el respeto mutuo y la voluntad de entender al otro en su propio contexto teológico.

e. Desafío de la synodalidad y el ejercicio colegial Al convocar sinodos en Roma y Sutri, Esteban II mostró que el gobierno de la Iglesia requiere combinar la autoridad pontificia con la participación episcopal. Este equilibrio es eco vivo del impulso sinodal propuesto por el Concilio Vaticano II y por el actual pontificado, que aboga por una Iglesia en salida, dialogante y con estructuras más participativas.

Conclusión final:

El legado de Esteban II reside en la simbiosis entre ministerio espiritual y autoridad temporal, un equilibrio frágil pero fecundo cuando se sostiene en la caridad, la verdad y la disciplina. Su pontificado fue pionero en concebir al papa como líder de una comunidad global con dimensiones políticas, culturales y artísticas, responsabilidad que la Iglesia católica sigue ejerciendo en el siglo XXI. La historia de Esteban II reafirma que el poder eclesiástico debe ser siempre instrumento al servicio del bien común, y que la defensa de la fe, lejos de recluirse en lo privado, implica compromiso activo con la justicia, la diplomacia y la promoción de la dignidad humana.

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